Una profunda recesión Destacado

Los principales organismos internacionales pronostican un duro revés para la economía a nivel global y regional por los efectos del COVID-19.

Según un informe del Banco Mundial, la actividad económica de las economías avanzadas se contraerá este año un 7 %, y los mercados emergentes y las economías en desarrollo lo harán un 2,5 %, su primera contracción como grupo en al menos 60 años. Será la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Los ingresos per cápita caerán un 3,6 %, lo que empujará a millones de personas a la pobreza extrema.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico estimó, por su parte, en un 6 % la caída de la producción mundial, que podría llegar al 7,6 % si se produjera un segundo brote de la pandemia.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, afirmó que se necesita un nuevo paradigma que no solo apunte al crecimiento, sino también al cierre de la brecha social con un enfoque de derechos, respetando los límites del planeta

Banco Mundial: recesión y pobreza

A juicio del organismo multilateral, “el impacto súbito y generalizado de la pandemia del coronavirus y las medidas de suspensión de las actividades que se adoptaron para contenerla han ocasionado una drástica contracción de la economía mundial, que, según las previsiones del Banco Mundial, se reducirá un 5,2 % este año. De acuerdo con la edición de junio de 2020 del informe Perspectivas económicas mundiales del Banco, sería la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita”.

“A raíz de las graves distorsiones a la oferta y la demanda internas, el comercio y las finanzas, se prevé que la actividad económica de las economías avanzadas se contraerá un 7 % en 2020. Se espera que los mercados emergentes y las economías en desarrollo (MEED) se contraigan un 2,5 % este año, su primera contracción como grupo en al menos 60 años. La disminución prevista en los ingresos per cápita, de un 3,6 %, empujará a millones de personas a la pobreza extrema este año.

Los efectos están siendo particularmente profundos en los países más afectados por la pandemia y en aquellos que dependen en gran medida del comercio internacional, el turismo, las exportaciones de productos básicos y el financiamiento externo. Si bien la magnitud de las perturbaciones variará en función de la región, todos los MEED acusan vulnerabilidades que se ven agravadas por las crisis externas. Asimismo, la suspensión de las clases y las dificultades de acceso a los servicios primarios de atención de salud probablemente tengan repercusiones a largo plazo sobre el desarrollo del capital humano.

“Las perspectivas dan mucho que pensar, ya que es probable que la crisis deje cicatrices difíciles de borrar y que plantee complejos desafíos mundiales”, señaló Ceyla Pazarbasioglu, vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Grupo Banco Mundial. “Nuestra primera prioridad es abordar la emergencia mundial en materia sanitaria y económica. Más allá de eso, la comunidad mundial debe unirse para lograr una recuperación lo más sólida posible e impedir que más personas caigan en la pobreza y el desempleo”.

Según las previsiones de referencia —de conformidad con las cuales la remisión de la pandemia permitirá levantar las medidas nacionales de mitigación a mediados de año en las economías avanzadas y un poco más tarde en los MEED, las repercusiones negativas a nivel mundial perderán intensidad durante la segunda mitad del año y las perturbaciones a los mercados financieros no se prolongarán en el tiempo—, el crecimiento mundial repuntaría un 4,2 % en el 2021, a saber, un 3,9 % para las economías avanzadas y un 4,6 % para los MEED. Sin embargo, las perspectivas son sumamente inciertas y predominan los riesgos de que la situación empeore; por ejemplo, la posibilidad de que la pandemia se prolongue por más tiempo, de que ocurran agitaciones financieras o de que se produzca un repliegue del comercio internacional y las relaciones de suministro. En esa hipótesis, la economía mundial podría contraerse hasta un 8 % este año, para recuperarse apenas por encima de un 1 % en el 2021, en tanto que el producto de los MEED disminuiría casi un 5 % este año.

Se prevé que la economía de los Estados Unidos se contraerá un 6,1 % este año a raíz de las perturbaciones vinculadas con las medidas para controlar la pandemia. En cuanto a la zona del euro, se estima que el producto caerá un 9,1 % en el 2020 debido a las graves repercusiones que los brotes generalizados tuvieron sobre la actividad. Además, se pronostica una retracción del 6,1 % en la economía de Japón, cuya actividad económica se ha desacelerado a raíz de las medidas de prevención.

La recesión ocasionada por la COVID-19 es singular en varios aspectos, y es probable que sea la más profunda para las economías avanzadas desde la Segunda Guerra Mundial y la primera contracción del producto en las economías emergentes y en desarrollo en al menos los últimos seis decenios”, dijo Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial. “No existen registros de correcciones a la baja tan súbitas y drásticas de los pronósticos de crecimiento mundial como las que se han visto en la época actual. Si el pasado sirve como referencia, los pronósticos podrían empeorar aún más, lo que implica que los encargados de formular políticas deben prepararse para la posibilidad de tener que adoptar medidas adicionales para apoyar la actividad”.

“[…] La pandemia pone de relieve la necesidad acuciante de impulsar medidas de política en los ámbitos sanitario y económico, incluidas iniciativas de cooperación internacional, a fin de mitigar sus efectos, proteger a las poblaciones vulnerables y fortalecer la capacidad de los países de prevenir situaciones similares en el futuro y enfrentarse a ellas. En vista de su particular vulnerabilidad, es fundamental que los MEED fortalezcan sus sistemas públicos de salud, que enfrenten los desafíos que entrañan la informalidad y las carencias en las redes de seguridad y que impulsen reformas que promuevan un crecimiento firme y sostenible tras la crisis.

Los MEED que cuenten con capacidad de maniobra fiscal y que puedan acceder a condiciones de financiamiento asequibles podrían considerar la posibilidad de valerse de estímulos adicionales si los efectos de la pandemia se prolongan en el tiempo. Dicha estrategia debería ir acompañada de medidas que ayuden a restaurar de manera creíble la sostenibilidad fiscal de mediano plazo, incluidas aquellas dirigidas a fortalecer los marcos fiscales, aumentar la movilización de los ingresos internos y la eficiencia del gasto y mejorar la transparencia fiscal y de la deuda. La transparencia de todos los compromisos financieros, de los instrumentos de deuda análogos y de las inversiones gubernamentales es un factor clave para crear un entorno propicio para la inversión; este año podrían lograrse sustanciales progresos en ese sentido.

Perspectivas regionales

Asia oriental y el Pacífico: se prevé que la región crecerá apenas un 0,5 % en el 2020, el índice más bajo desde 1967 y un reflejo de los trastornos originados por la pandemia.

Europa y Asia central: se estima que la economía de la región se contraerá un 4,7 % y que prácticamente todos los países entrarán en recesión.

América Latina y el Caribe: las perturbaciones originadas por la pandemia harán que la actividad económica se desplome un 7,2 % en el 2020.

Oriente Medio y Norte de África: se pronostica que la actividad económica en Oriente Medio y Norte de África se contraerá un 4,2 % a raíz de la pandemia y sus efectos sobre el mercado del petróleo.

Asia meridional: se estima que en el 2020 la actividad económica en la región se contraerá un 2,7 % a raíz de los efectos negativos de las medidas de mitigación de la pandemia sobre el consumo y la actividad de servicios y de la incertidumbre sobre el curso de la enfermedad, que desalentará la inversión privada.

África al sur del Sahara: la actividad económica en la región está camino a contraerse un 2,8 % en el 2020, la desaceleración más profunda de la que existe registro.

El Grupo Banco Mundial frente a la COVID-19

“El Grupo Banco Mundial, una de las principales fuentes de financiamiento y conocimientos para los países en desarrollo, está adoptando medidas rápidas y de amplio alcance para ayudar a esos países a fortalecer su respuesta frente a la pandemia. Con tal objetivo, respalda intervenciones de salud pública, trabaja para garantizar el suministro de insumos y equipos esenciales, y colabora con el sector privado para continuar sus operaciones y mantener el empleo. Destinará hasta USD 160 000 millones en un plazo de 15 meses como apoyo financiero para ayudar a más de 100 países a proteger a los sectores pobres y vulnerables, apoyar a las empresas e impulsar la recuperación económica. Dicho monto incluye USD 50 000 millones correspondientes a nuevos recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), que se ofrecerán mediante donaciones y préstamos en condiciones sumamente concesionarias” (Fuente: Grupo Banco Mundial).

OCDE: la economía en la cuerda floja

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), organismo de cooperación compuesto por 38 estados,​ entre los que se cuentan las mayores potencias, alertó en sus más recientes “Perspectivas Económicas” sobre la gravedad de la crisis causada por el nuevo coronavirus y la eventualidad de una segunda ola de contagios que dificultaría aún más la recuperación económica global.

“La pandemia de COVID-19 ha provocado la recesión económica más grave registrada en casi un siglo y está causando daños enormes en la salud, el empleo y el bienestar de la población”, señala.

“Conforme se van levantando las restricciones, el avance hacia la recuperación económica sigue siendo incierto y vulnerable a una segunda oleada de contagios”. Según la OCDE, será fundamental fortalecer los sistemas de salud y ayudar a las personas y las empresas a adaptarse al mundo posterior al COVID-19.

Las medidas de contención adoptadas por la mayor parte de los gobiernos han sido necesarias para frenar la propagación del virus y reducir el número de fallecidos, pero también han paralizado la actividad en muchos sectores y causado dificultades económicas generalizadas.

Los responsables de las políticas han adoptado una extensa gama de medidas excepcionales para apoyar a los sistemas de salud, los ingresos de los ciudadanos, así como para ayudar a las empresas y estabilizar los mercados financieros. 

 

Dado que hay pocas perspectivas de que una vacuna sea ampliamente accesible este año, y ante una incertidumbre sin precedentes, la OCDE ha adoptado una medida poco habitual, que consiste en presentar dos escenarios igualmente probables: un escenario en el que el virus se controla y otro en el que se produce un segundo brote mundial antes de finalizar el 2020.

En caso de que ese segundo brote provocara nuevas medidas de confinamiento, se prevé que la producción económica mundial se desplomaría un 7,6 % este año, antes de remontar un 2,8 % en el 2021. En sus niveles máximos, la tasa de desempleo de las economías de la OCDE sería más del doble de la tasa anterior a la pandemia, con una escasa recuperación del empleo el próximo año.

En caso de que se evitara un segundo brote de contagios, se prevé que la actividad económica mundial caería un 6 % en el 2020 y el desempleo aumentaría en la OCDE hasta el 9,2 % desde el 5,4 % registrado en el 2019.

La repercusión económica de los confinamientos estrictos y relativamente prolongados impuestos en Europa será especialmente dura. Si se desencadena un segundo brote, se prevé que el producto interno bruto (PIB) de la zona euro se desplome un 11,5 % este año, y más del 9 % aun evitándose un segundo brote; mientras que el PIB de Estados Unidos caería un 8,5 % y un 7,3 %, respectivamente, y el de Japón un 7,3 % y un 6 %.

Entretanto, las economías emergentes como Brasil, Rusia y Sudáfrica se enfrentan a desafíos especialmente complicados, debido a sus sistemas de salud sometidos a una fuerte presión y las dificultades provocadas por la caída de los precios de las materias primas.

Sus economías se hundirían un 9,1 %, 10 % y 8,2 %, respectivamente, en caso de un escenario con un segundo brote, y un 7,4 %, 8 % y 7,5 % en caso de un solo brote. El PIB de China y el de la India se verán relativamente menos afectados, con una disminución del 3,7 % y el 7,3%, respectivamente, en caso de un segundo brote, y del 2,6 % y el 3,7 % en caso de un solo brote.

En ambos escenarios, la actividad económica, después de una rápida reanudación inicial, tomará tiempo en volver a los niveles de antes de la pandemia. La crisis dejará cicatrices duraderas: una caída en los niveles de vida, un alto desempleo y una inversión débil. La pérdida de puestos de trabajo en los sectores más afectados, como el turismo, la hostelería y el entretenimiento, afectará especialmente a los trabajadores poco cualificados, informales y jóvenes.

Las Perspectivas indican que las ayudas públicas dirigidas a las personas y empresas de los sectores más afectados tendrán que evolucionar, pero deberán seguir siendo sustanciales.

En declaraciones previas a la mesa redonda ministerial especial de la OCDE, presidida por Nadia Calviño, vicepresidenta y ministra de Economía y Transformación Digital del Gobierno de España, para debatir la adopción de políticas como respuesta a la pandemia, el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, ha afirmado: “La incertidumbre es claramente extrema en el contexto actual, pero las implicaciones en materia de políticas macroeconómicas no son simétricas. Los encargados de la formulación de políticas tenían razón al no demorarse en introducir medidas de emergencia, y ahora deben evitar ser demasiado rápidos en retirarlas”.

“La forma en que los gobiernos actúen hoy determinará el mundo posterior al COVID en los años venideros”, ha añadido. “Esto es cierto no solo en el plano nacional, donde las políticas adecuadas pueden fomentar una recuperación resiliente, inclusiva y sostenible, sino también en la forma en que los países cooperan para hacer frente juntos a los desafíos mundiales. La cooperación internacional, que hasta ahora ha sido un punto débil de la respuesta política, puede generar confianza y tener importantes efectos indirectos positivos”.

Durante la presentación de las Perspectivas, Laurence Boone, economista jefe de la OCDE, ha indicado: “Será necesario adoptar políticas extraordinarias para caminar por la cuerda floja que nos conducirá a la recuperación. Reiniciar la actividad económica al tiempo que se evita un segundo brote requiere una adopción de políticas ágil y flexible”. Asimismo ha afirmado que las redes de seguridad y el apoyo proporcionados en la actualidad a los sectores más afectados tendrán que adaptarse para facilitar a las empresas y a los trabajadores la transición hacia nuevas actividades.

“Es inevitable que aumente la deuda pública, pero el gasto financiado con dicha deuda deberá estar claramente dirigido a respaldar a la población más vulnerable y a proporcionar la inversión necesaria para lograr una transición a una economía más resiliente y sostenible”, ha apuntado.

“Los gobiernos deben aprovechar esta oportunidad para construir una economía más justa, consiguiendo una competencia y una regulación más inteligentes, modernizando los impuestos, el gasto público y la protección social”, ha añadido. “La prosperidad proviene del diálogo y la cooperación, a escala nacional como internacional”.

Las Perspectivas instan a que se adopte una mayor cooperación internacional para ayudar a poner fin a la pandemia con más rapidez, acelerando la recuperación económica y evitando que se perjudique el proceso de convergencia de las economías de mercado emergentes y de los países en desarrollo. Asimismo el informe defiende el impulso de unas cadenas de suministro más resilientes, con mayores reservas de existencias y una mayor diversificación de los puntos de origen tanto a escala local como internacional. (Fuente: OCDE).

 

Cepal: un nuevo paradigma de desarrollo

“El viejo paradigma del desarrollo es insuficiente y está obsoleto. No alcanza con crecer, necesitamos un nuevo paradigma que no solo apunte a la convergencia de ingresos, sino también al cierre de la brecha social con un enfoque de derechos, y que respete los límites del planeta”, afirmó hoy Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La alta funcionaria de las Naciones Unidas participó en el evento Revolución Sostenible: diálogos para la recuperación, la resiliencia y la equidad, organizado por la sede en México del Instituto de Recursos Mundiales (WRI México, por su sigla en inglés), en conjunto con el Fondo Mundial para la Naturaleza, la Cooperación Alemana al Desarrollo Sustentable en México, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Iniciativa Climática de México y la Cepal.

Bárcena expuso en el panel de alto nivel “Revolución Sostenible: el reto global para la atención de la crisis económica, social y ambiental”, junto a Martha Delgado, subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de México; Manish Bapna, vicepresidente ejecutivo del WRI, y Graham Watkins, jefe de la División de Cambio Climático del BID. Como moderadora participó Adriana Lobo, directora ejecutiva del WRI México.

Durante su intervención, la secretaria ejecutiva de la Cepal afirmó que si la destrucción del ambiente es la principal amenaza física a la continuidad del desarrollo, la desigualdad es su principal obstáculo o amenaza política.

Destacó que un nuevo modelo de desarrollo debe tener en su centro a los tres equilibrios: económico, social y ambiental, y advirtió que es urgente la transformación para una recuperación mejor con economías resilientes, inclusivas y sostenibles.

La máxima representante de la Cepal recordó que el mundo cuenta con la Agenda 2030, una hoja de ruta “histórica, transformadora, que posee metas universales, integrales e indivisibles, que es participativa y tiene una visión de futuro con la igualdad y la sostenibilidad en el centro”, subrayó.

Añadió que la recuperación económica pospandemia debe centrarse en los sectores de bajo carbono y que generen al mismo tiempo empleos y resiliencia ambiental. Para ello, los países deben priorizar sectores para avanzar hacia el gran impulso para la sostenibilidad que defiende la Cepal, un enfoque basado en la coordinación de políticas para movilizar y acelerar inversiones sostenibles, que promuevan un nuevo ciclo virtuoso de crecimiento económico, con generación de empleos e ingresos y reducción de desigualdades y brechas estructurales, mientras se mantiene y regenera la base de recursos naturales de la que depende el desarrollo.

Bárcena recordó que el COVID-19 visibilizó los problemas estructurales del modelo económico, por lo que es urgente replantear la seguridad social y el bienestar (sistemas de protección social) y asegurar servicios sociales de calidad para todos. En la región, un 48 % de personas no tiene salud ni protección social y existe una informalidad laboral del 54 %, advirtió.

Asimismo, América Latina y el Caribe deben reducir las brechas tecnológicas y la heterogeneidad productiva con políticas industriales activas y aumentar la productividad, así como redirigir la inversión para fomentar la transformación ecológica y garantizar la resiliencia de los países ante eventos ambientales extremos.

“La región también debe mejorar la calidad del sistema institucional. Debemos abordar la corrupción e incrementar la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas. Tenemos que poner fin a la cultura de los privilegios. El Acuerdo De Escazú, el primer tratado en el mundo entero que protege los derechos humanos de los activistas ambientales, va en esa dirección”, afirmó.

La alta funcionaria llamó a concretar pactos para la recuperación más sostenible o verde a través de una nueva ecuación producción-sociedad-ambiente, un estado del bienestar más fuerte con protección social universal y con ingresos ciudadanos con vocación de universalidad, y una mejor gobernanza internacional que incluya la dimensión económica en el marco multilateral y métricas para calcular la calidad del desarrollo, y no solo dinamismo económico.

“Lo que queremos es un new green deal [nuevo pacto verde], pero yo no le quiero llamar verde, porque debería ser un pacto multicolor que incluya a las mujeres y también al financiamiento”, subrayó. (Fuente: Cepal).