Adecuadas y rápidas medidas del gobierno, y satisfactoria respuesta del sistema de salud Destacado

El presidente del SMU llamó a no bajar la guardia en el combate a la COVID-19 El presidente del SMU llamó a no bajar la guardia en el combate a la COVID-19

El presidente del Sindicato Médico del Uruguay, doctor Gustavo Grecco, afirmó que las medidas del gobierno para enfrentar la pandemia que provoca la enfermedad COVID-19 han sido rápidas y eficaces, y permitieron frenar el pico de enfermos y que el sistema se fuera adaptando para dar respuesta a la llegada de pacientes, pero advirtió que hay que mantener las medidas de aislamiento social sin debilidades. Sostuvo que la responsabilidad ética y profesional de los médicos es prevenir la enfermedad y salvar vidas, y que para ello se necesita una autoridad regulatoria que marque el camino, y estructuras de salud alineadas con ella. En diálogo con Somos Uruguay Revista consideró que el sistema sanitario uruguayo, con el acceso universal a la salud para toda la población, es un orgullo, que ha respondido bien y que está en condiciones de dar asistencia adecuada aun si la demanda creciera

La información disponible sobre el lento incremento del número de enfermos, así como el de los pacientes que han debido ser internados en CTI e incluso de los fallecidos estaría mostrando un crecimiento moderado del COVID-19 en Uruguay, y daría un cierto margen al optimismo con relación a su superación a corto plazo. Al mismo tiempo, la evolución a nivel global muestra un crecimiento pavoroso, que se acerca —al cierre de nuestra edición— al millón de personas contagiadas y los 50.000 muertos. ¿Cómo evalúa usted la situación actual y las perspectivas de evolución de la pandemia en nuestro país?

Uruguay está inserto en el mundo y no está ajeno a su realidad. Podemos pensar en que se retrase la llegada del COVID-1 o que el impacto sea menor, pero el impacto lo vamos a tener, ya lo estamos teniendo.

Lo que está ocurriendo en el mundo va además más allá de una crisis sanitaria, similar a la provocada por la llamada gripe española de 1918. Es una enorme crisis socioeconómica humanitaria, producto del estancamiento del funcionamiento de la economía y de todos los órdenes de la sociedad, que tiene un daño colateral enorme, cuya magnitud estamos aún lejos de llegar a comprender.

Esta pandemia, que se originó en China, que pasó luego a otros países asiáticos, luego a Europa y se expandió a todo el mundo, y recién entonces llegó a Uruguay, nos permite mirar la película y de alguna manera poder predecir lo que puede llegar a ocurrir en nuestro país, y tomar medidas para que no ocurra.

La pandemia por el COVID-19 encontró al país en un contexto político y sanitario particular, en plena transición, con un ministerio saliente y uno entrante, con la atención desviada por otras cosas, como el corralito. Un día despertamos y teníamos el problema aquí y —aunque es difícil decirlo con seguridad— tal vez sin que las alertas hubieran tenido la energía necesaria en la preparación.

De modo que hubo que empezar a experimentar medidas, para evitar que el impacto fuese tan escandaloso en términos de enfermedad y muerte como fue en otros países, como está siendo en Italia y en España.

Tenemos que diferenciar varias cosas. Lo primero es lo que hace el país en su conjunto, y que trasciende a la sanidad. Con la información científica disponible, que se actualiza día a día, con la información de lo sucedido en otros países, aprendiendo de los errores de otros países, y adaptándola a nuestra realidad, se han ido tomando medidas, que han sido precoces y efectivas: el cierre de colegios, la limitación de la circulación en grandes superficies, la disuasión de las aglomeraciones por parte del Ministerio del Interior, la protección a la población mayor de 65 años, pagando subsidios por enfermedad y promoviendo el teletrabajo, o que la gente se quede en casa y esté en cuarentena, etcétera.

Son medidas que han intentando frenar la expansión en la sociedad de la pandemia, disminuir la cantidad de pacientes que habrían podido contagiarse, y de los cuales un porcentaje podría saturar la capacidad de respuesta del sistema sanitario.

¿Cómo respondió a su juicio el sistema sanitario uruguayo?

El sistema sanitario uruguayo también ha dado respuestas rápidamente; paralizó actividades que no fueran urgentes para que no ocuparan sitio en la estructura hospitalaria, para que esta pudiera recibir a más pacientes con patologías respiratorias. Hoy tenemos 12 pacientes en CTI, y el sistema tiene mucha mayor capacidad, aún estamos lejos de una situación crítica.

El sistema ha priorizado la atención en comunidad, en el primer nivel, en domicilio, a través de todas las estructuras disponibles: médicos de radio, médicos de familia, emergencias móviles, y ha evitado la circulación hacia los espacios hospitalarios. Evitó así el congestionamiento de las estructuras, y contribuyó a disminuir el contagio en esas áreas.

Se enfrentó con algunas debilidades propias de nuestro sistema, como la carencia de recursos humanos —en particular en el área no médica, y especialmente en enfermería, en la que faltan miles de puestos de trabajo— y el multiempleo, porque una persona enferma deja dos o tres puestos sin cubrir.

Estamos avanzando hacia la creación de una bolsa de trabajo a nivel del sistema, con movilidad dentro del sistema, que permita cubrir lugares esenciales trayendo personal de salud desde cualquier área del sistema que lo tenga disponible. La idea tiene aval político y parece un mecanismo adecuado.

El sistema integrado de salud, con el acceso universal a la salud, como tenemos en nuestro país, es una enorme fortaleza, con instituciones en su gran mayoría sólidas, y un sistema que tiene reglas claras de juego.

Todo el sistema se adaptó, más allá de que cuestionamos la decisión de la Junta Nacional de Salud de dejar a las instituciones en libertad de implementar las medidas que consideraran necesarias, de decidir cómo actuar, y nosotros pensamos que hay que dar directivas precisas, mucho más estrictas en una situación crítica como esta. Pero más allá de ello, las medidas del gobierno fueron prontas, tempranas y eficaces, y permitieron frenar el pico de enfermos y que el sistema se fuera adaptando para dar respuesta a los pacientes que comenzaran a llegar.

Se ha dicho que los próximos 15 días serán esenciales para saber cómo evolucionará la enfermedad. ¿Qué desafíos tenemos por delante?

El miedo, y ojalá no ocurra, es que cuando el virus derrame y llegue a toda la sociedad, cuando salga de las capas sociales pudientes y llegue a la población más vulnerable, allí donde la cuarentena no es posible porque antes hay que comer, esto puede ser catastrófico, y hay que evitar que suceda para que se produzca un desastre como en Italia o España.

Estamos además en un país con muchos menos recursos que aquellos, y el sistema tiene también debilidades, entre esas debilidades teníamos la referida a la capacidad de hacer test, que ahora está en vía de solucionarse.

El testeo masivo, según demuestra la experiencia de los países que han debido lidiar con la pandemia, y según las recomendaciones de la OMS, es una herramienta fundamental, junto con el aislamiento social extremo, para frenar la pandemia. Se debe priorizar al personal de la salud, es clave para determinar rápidamente quién está enfermo y quién no, y que quien esté sano pueda volver a trabajar.

Aislamiento extremo y testeo masivo. Si no se toman estas medidas, si no somos enérgicos con estas medidas, las sanitarias y las sociales —y las medidas sociales tienen que ir acompañadas por una fuerte contención por parte del Estado, para evitar mayores daños en relación con aquellos que el aislamiento produce, y particularmente en la población más vulnerable—, si no se toman esas medidas, es posible que enferme y muera mucha gente.

Y eso es lo que nos desvela, y en eso la conducción enérgica del gobierno tiene que ser la guía. Y más allá de los matices o puntos de vista en cuanto al énfasis y la magnitud de las medidas, quienes trabajamos en salud debemos estar alineados y enviar un claro mensaje de unidad a la población, de que nuestra responsabilidad ética y profesional está en salvar vidas, en prevenir la enfermedad, y eso se logra en una guerra, en una crisis, en una pandemia, con una autoridad regulatoria que marque claramente el camino, y con todas las estructuras que estamos en la salud alineadas en ese camino.

Hay ya numerosos pacientes que se han curado. ¿Se puede considerar que están inmunizados? ¿Pueden hacer vida normal? ¿Es posible que aún después de la cura contagien?

Todavía hay poca información científica sobre lo que sucede con esa población, sobre la inmunidad que se genera, porque ha pasado poco tiempo desde que esto comenzó en China y desde que está ocurriendo en el mundo, y no hemos accedido a trabajos científicos de peso que nos den una respuesta cierta, sobre qué pasa con la inmunidad en el corto, mediano y largo plazo. Es de esperar —y la lógica así lo indica— que quienes contraen la enfermedad tengan inmunidad, pero este es un virus ARN, son cadenas muy lábiles, y eso hace que pueda mutar fácilmente. Entonces el temor es que la inmunidad se adquiere para determinada estructura molecular, pero si esa estructura varía todo pueda cambiar.

Se han reportado casos de personas, en especial en China, que luego de curadas han vuelto a contraer el virus, pero contraer el virus no quiere decir contraer la enfermedad. Es una respuesta que la ciencia aún no ha podido dar porque no ha habido tiempo de trabajar en ello.

Argentina ha tomado medidas drásticas de aislamiento; Brasil, por el contrario, ha tenido una política menos contundente, con algunos estados adoptando disposiciones enérgicas, pero el gobierno central con políticas más laxas. ¿Preocupa en el mediano plazo la situación en la región? ¿Puede volver más incierta en el tiempo la recuperación de la normalidad en nuestro país?

La perspectiva es que la normalización de la vida no se logre a corto plazo, y no solo por las fronteras. Viene el invierno, circulan otros virus respiratorios epidémicos, que se superponen en síntomas, y agregan morbilidad, agregan daño, y ocupación de camas en el sistema.

Entonces es probable que cuando superemos este primer pico, y ojalá lo superemos, vamos a tener otros picos de la enfermedad, y esto no tiene nada que ver con el clima, los virus pandémicos circulan aun con temperaturas altas, más allá de la termolabilidad del virus. Esto acá apareció en verano.

Pero también la interacción con el mundo importa, y mucho; si Brasil no toma las medidas con la misma energía con que se están tomando aquí, o en Argentina, sí, es un problema grave.

Cuando esta emergencia pase, ¿qué medidas habría que tomar para prepararse del mejor modo para otras futuras epidemias?, ¿qué cambios necesitaría nuestro sistema de salud?

El sistema de salud uruguayo es sólido, ha sido uno de los mejores logros de los últimos años, y lo digo con absoluta independencia del pensamiento político. Esto no quiere decir que fuera perfecto, y sin duda que tiene muchísimas cosas a corregir y mejorar, pero no fue un tema de debate en la campaña electoral, porque no se percibía por parte de la población que fuera un problema.

Acá el problema central es tener las alertas epidemiológicas claras, que nos adviertan y anticipen y nos enciendan las alarmas de que una situación de este tipo puede ocurrir. Porque llevamos tres semanas desde que tuvimos el primer caso, y el sistema ha dado respuesta; y aun si tuviéramos una afluencia de pacientes muy superior a la que tenemos, podríamos estar dando respuesta adecuada. Y eso es un orgullo para todos nosotros.